PERRO

Perro vivía en el monte y cuando sentía que algún extraño traspasaba las fronteras de aquel lugar, se ponía a ladrar. Así le avisaba a todos los animales que se escondían presurosos. Esa era la causa por la que el cazador incursionaba una y otra vez en el monte, mas no podía capturar pieza alguna.

Un día el cazador se detuvo a escuchar los ladridos del animal y se dio cuenta de que si no buscaba la forma de aliarse a él, jamás podría obtener resultados satisfactorios de su trabajo. Fue así que dejó un poco de la comida que llevaba para sí y se retiró.

Perro acudió inmediatamente después que vio irse al intruso. Se comió aquello y le resultó más agradable que las raíces y los restos animales muertos que eran su dieta hasta entonces.

Varios días siguió el hombre utilizando aquella táctica, hasta que, al fin, hizo como si se retirara y se quedó escondido.

Perro volvió a buscar los manjares a los que ya su gusto se había ido acostumbrando. El cazador lo sorprendió en la operación y le habló dulcemente:

–Mira, si consientes en ser mi aliado, te llevaré a mi casa donde no pasarás frío, comerás caliente y podrás contar con mi amistad.

De momento, Perro no estuvo de acuerdo. El cazador estuvo varios días sin volver y el estómago del animal comenzó a flaquear, pues no era lo mismo aquella comida que le dejaba todos los días, que lo que él malamente se podía agenciar.

Cuando el cazador volvió, Perro salió a su encuentro meneando cola en símbolo de amistad. Hablaron largamente y el animal se fue acompañando al hombre hasta su casa.

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