LAS TRES PELOTAS DE ÑAME

Oshún debía viajar al campo. Su esposo, Orula, le aconsejó que cocinara ñame, hiciera tres pelotas y pusiera una flecha dentro de cada una.

Ya en el campo no hubo forma de que Oshún diera con la dirección que iba a visitar y decidió tocar en una casa que encontró en el camino.

El hombre que le salió a la puerta fue muy amable e incluso la invitó a pasar con el pretexto de que le presentaría a su mujer.

Pero todo era mentira. Una vez que Qshún traspuso el umbral, le echó cerradura a la puerta. Adentro había dos hombres más y los tres hablaron de violarla.

Se pusieron a discutir cuál sería el primero. Al no llegar a ningún acuerdo, revisaron lo que traía la mujer en la cartera y les pareció bien comerse las pelotas de ñame antes de continuar la discusión, por que se condenaron a muerte sin saberlo.

Qshún, muy asustada con lo que había sucedido, trató de encontrar una salida de su prisión y, registrando la casa, encontró que aquellos tres bandidos poseían un inmenso tesoro en joyas y dinero que seguramente habían robado.

Volvió a casa de su marido, se lo contó todo y le enseñó parte de aquel tesoro que había podido llevar.

–¿Cómo vamos a poder traerlo todo sin que la gente se entere? –preguntó Oshún aún con el corazón queriéndosele salir.

–No te preocupes, mujer –le dijo Orula.

Al otro día Qrula, que era muy respetado en aquel pueblo por su bien ganada fama de adivino, fue casa por casa, diciendo que tuvieran mucho cuidado, que allí sucedería un fenómeno muy grande y quien no quisiera que le pasara nada, debía tapar las puertas y
ventanas con tela blanca y abstenerse de salir a la calle por lo menos en veinticuatro horas.

Todos hicieron caso al anciano y fue esta la oportunidad que aprovechó Oshún para trasladar el tesoro.

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